Las Ibañes
jueves, 29 de marzo de 2012
martes, 27 de marzo de 2012
viernes, 23 de marzo de 2012
Veamos una biografía breve de Nicolasa Ibáñez Arias, una bella mujer de la que se dice tuvo
requiebros amorosos con Francisco de Paula Santander y tal vez con Simón Bolívar. Su nombre
completo era María Nicolasa Ibáñez Arias, nacida el 30 de abril de 1794 en la ciudad de Ocaña, siendo
sus padres Antonio Miguel Ibáñez Vidal y Manuela Jacobo Arias Rodríguez. Su
padre era un cartagenero, doctor en derecho canónico y oficial de la Dirección
General de Rentas Reales, luego oficial real y juez de puertos en Ocaña,
partidario de la independencia y buen comerciante. Al parecer se comprometería
el 16 de marzo de 1812 con Antonio José Caro Fernández (un realista de dar y
tomar), quien para casarse con Nicolasa Ibáñez hubo de dejar la ciudad de Santa
Marta y en cercanías de Mompox fue hecho prisionero por tropas patriotas,
durante cinco meses y medio. Hubo de intervenir Simón Bolívar, amigo de la
familia para que fuera puesto en libertad. Este Antonio José Caro era oriundo
de Santa Fe. El matrimonio se efectuaría en fecha indeterminada del año 1813.
También ese mismo año, el libertador Simón Bolívar llegaría a Ocaña, a
comienzos de año y se alojó en casa de los Ibáñez Arias (Nicolasa haría parte
del grupo de señoritas que encabezaban el desfile de bienvenida). De este
matrimonio “particular” habrían de nacer los siguientes hijos: Manuela (1814) ,
José Eusebio(1817) y Diego (1818). Las relaciones familiares entre este enemigo
de la independencia y la fogosa amante de la libertad no debieron ser muy
sencillas que digamos, pero es de suponer que el señor Caro, al estar viviendo
en la ciudad de sus suegros que hacían alarde de patriotismo, debiera existir
en franca incomodidad.
Los
nexos entre Nicolasa y Bolívar hubieron de ser muy fuertes (o al menos con su
familia) ya que en diciembre de 1815 doña Nicolasa da a guardar un baúl que
contenía correspondencia con el Libertador e inclusive una casaca de él, en el
convento de San Francisco. La señora dijo que contenía libros familiares de vieja data. Como se
recordará, se aproximaba Pablo Morillo a territorio de Nueva Granada y seguramente el temor a que estos
documentos cayeran en sus manos hizo que doña Nicolasa Ibáñez los escondiera
allí. De todas formas serían descubiertos y su esposo enjuiciado (seguramente
ella también pero no se encontró registro de sus declaraciones), aunque
posteriormente fue declarado inocente, en mayo de 1816. El señor Caro volvería
junto con su esposa a Santa Fe, pues este trabajaba de nuevo con los españoles
(era contador del tribunal y real audiencia).Cuando arriban las tropas
libertadoras luego de la batalla de Boyacá a la capital del territorio, doña
Nicolasa Ibáñez (25 años) estuvo presente en los agasajos a las tropas, ya con
tres hijos y en papel menos protagónico que en 1813. Su esposo, por el contrario,
huyó, pues temía por su vida al ser parte del régimen derrotado. Tal vez ese
año haya sido su primer encuentro con Santander. Doña Nicolasa Ibáñez logró
interceder ante Santander y ante Bolívar por su esposo y, es así, como en 1821
vemos que este es nombrado por la provincia de Santa Marta como delegatario al
Congreso Constituyente de Cúcuta. Nicolasa Ibáñez se haría partidaria de
Santander frente a las pretensiones políticas de Bolívar. Poco a poco las
visitas del general Santander (soltero y presumiblemente bien parecido) a la
casa de Nicolasa Ibáñez se harían frecuentes (el señor Caro residía en Santa
Marta). Los vecinos murmuraban (acaso exageraran y esto no fuera sino tan solo
una amistad). Cuando ocurre la conspiración de septiembre del año de 1828,
Santander es desterrado del país (tenía pena de muerte pero la intercesión de Nicolasa Ibáñez
logró que dicha orden se trocara en destierro), si bien ella misma estaba de
alguna forma involucrada en dicha malquerencia hacia Bolívar. Luego se le
vincularía así mismo con el levantamiento de José María Córdova,
por oponerse a la dictadura del libertador. Debito a todo esto fue proscrita
del territorio de la república, pero luego la pena se cambió en confinamiento,
primero en la ciudad de Honda y posteriormente en Guaduas. La correspondencia
entre “Nica” (como le llamaba afectuosamente Santander) y Francisco de Paula
duró hasta 1831. Luego al parecer, se dispersó en otras cuestiones y no
disponemos de correspondencia entre ellos. Las finanzas de doña Nicolasa Ibáñez se resintieron
seriamente. En 1832 Santander regresaría al país. En 1836 este se casaría y
doña Nicolasa partiría hacia Girón donde vivía su hija Manuela con su esposo
Clímaco. En 1856 decide marchar con ellos hacia Europa, pues la situación política
del país no era de su agrado. En enero de 1873 moriría en París, Nicolasa Ibáñez,
cuando ya su nieto, Miguel Antonio Caro hacía sus primeros pinitos en la poesía
y era reconocido a nivel internacional.
martes, 20 de marzo de 2012
la ibañez
Del matrimonio de Don Miguel Ibáñez y Vidal y doña Manuela Jacoba Arias, se destacan en la historia de Colombia sus hijas, Doña Nicolasa y Doña Bernardina Ibáñez. La primera comienza a figurar en nuestros anales, cuando en 1813, a la llegada de Simón Bolívar a Ocaña por primera vez, hace parte del grupo de jovencitas que coronan la frente del patriota con laureles. Culminada la gesta de la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, corresponde a Bernardina, ya en Santafé, coronar a Bolívar en su entrada triunfal a la capital de la Nueva Granada. Doña Nicolasa casó con el español Antonio José Caro, de cuya unión nació el poeta hispanoamericano José Eusebio Caro Ibáñez; Doña Bernardina, casó con Florencio González. Esta familia se destacó durante el proceso de Independencia, por sus significativos aportes a la libertad. Don Miguel Ibáñez, padre de las hermosas damas, entregó los fondos de las Cajas Reales al Libertador para que continuara la Campaña Admirable; fue tánto el aporte de la familia Ibáñez, que el Pacificador, Don Pablo Morillo, al entrar a Santafé, sometió a sus miembros a los oprobios de los tribunales que confiscaron los bienes familiares y desterraron a las mujeres a La Mesa y a Ocaña después de sufrir indignantes tratos, como ocurrió con buena parte de los ciudadanos comprometidos con la Independencia.
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